LAS RAZAS ASNALES



La aparición y formación de las razas ganaderas ha sido dirigida por el ser humano, con objetivos productivos y económicos, en diferentes lugares y culturas, lo que ha dado lugar a poblaciones de animales diferentes.

Cabe recordar que cuando hablamos de especie entendemos un grupo de individuos que se reproducen entre sí dando lugar a una descendencia viable y fértil. Cuando las especies son domesticadas podemos empezar a hablar de razas. 

La diversificación de la especie atañe más a razones geográficas, productivas y culturales que a una diferencia genética.

A lo largo del s. XX estas poblaciones de animales se tipificaron y se les dio un nombre definido, originando así las razas. El número de razas según zonas geográficas responde más a un problema de catalogación que de biodiversidad.

 

La raza asnal catalana

El burro catalán casi desapareció a principios del s. XX al imponerse su crianza sólo para la producción mulatina. Se criaban los garañones y se exportaban para la producción de mulas y para la mejora de otras razas de burros europeas y americanas.

Después de la Guerra Civil, durante la posguerra, se abre una nueva etapa de proliferación. La vuelta a los sistemas tradicionales de producción agraria vuelve a poner en valor la capacidad de trabajo de estos animales. Su época dorada es durante los años 50.

Durante los años 60 y 70, con el desarrollismo, con la mecanización de la producción agraria y el éxodo rural a la ciudad, empieza su declive.

A finales de los 70 se inicia un proceso de sensibilización y recuperación de la raza:

    • En 1978 se crea la AFRAC (Asociació pel Foment de la Raça Asinina Catalana) y se abre el libro de registros.
    • En 1995 se inicia el programa de conservación de la raza asnal catalana (Generalitat de Catalunya)
    • En 2002 se inicia el Libro genealógico.

Actualmente está declarada como raza en peligro de extinción según Catálogo Oficial de Razas de Ganado de España. La AFRAC, con sede en Banyoles (Girona), se encarga del control y la promoción de la raza y de la gestión de su Libro Genealógico, que cuenta con 736 animales vivos inscritos (131 machos y 273 hembras) y 121 criadores (2011). Su población se distribuye mayoritariamente en Cataluña (80%) y en menor medida en Aragón (7%), Francia (7%), Andalucía (4%) y Castilla la Mancha (2%). 

 

Descripción 

Son animales de gran talla, con una media de 140 cm de altura en la cruz y pesos que oscilan entre los 350 y 450 kg. Su s extremidades tienen buena conformación y son robustas. Su pelo es de color negro, con decoloraciones blanquecinas en el morro, la zona orbital de los ojos, vientre y cara interna de las extremidades. 

(Fuente:  Jordana y Folch, 1996).

 

Una reflexión

Tras el declive de las razas ganaderas nos asaltan varias preguntas (nos hacemos eco de una reflexión de J. Jordana en el Simposio Iberoamericano sobre Conservación y Utilización de Recursos Zoogenéticos de 2015):

¿Tienen cabida estas poblaciones locales y sus sistemas tradicionales de producción en este mundo cada vez más globalizado?

 ¿Debemos mantener o no estas razas locales como poblaciones competitivamente productivas?

¿Por qué es importante conservarlas y qué pueden aportar desde un punto de vista social y económico?

Algunas respuestas podrían estar relacionadas con la necesidad de conservar las razas locales para la sostenibilidad de ganaderos y hábitats en un mundo cada vez más globalizado. 

La recuperación del burro podría formar parte de una estrategia para recuperar la tracción animal e introducir una nueva orientación en sus actividades como animal de trabajo en tareas rurales, limpieza del sotobosque, asinoterapia, animal de compañía, agroturismo, etc. Estas propuestas podrían formar parte de la lucha contra la despoblación rural.

 

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